Decir que el cine español está en crisis es algo así como decir que el cielo es azul o el mar contiene agua salada: una perogrullada enorme. Desde que tengo uso de razón, el cine español ha estado siempre en crisis o, al menos, ha vivido en ese estado del paciente crónico al que cuando no le duelen los riñones es la vejiga y, cuando no, los bajíos.

Lo cierto es que, a día de hoy, esa crisis eterna del cine español parece haberse agravado muchísimo por varios factores que trataré de desgranar a continuación y que, en muchos casos, poco tienen que ver con lo que nos cuentan el Ministerio, FAPAE o las entidades de gestión de derechos.

Si le preguntásemos a cualquier representante de las anteriores, el primer motivo para la crisis –venga, vale, La Gran Crisis, con mayúsculas, para que dé más miedo– es la piratería. ¿La piratería? Sí, oiga. Es que hay miles de jovencitos que se descargan nuestras películas y eso nos hace perder miles de millones de euros al año. ¿En serio?

El gráfico que ven a continuación refleja la evolución del cine español en taquilla en los últimos diez años. Si realmente la piratería hubiese provocado un hundimiento catastrófico ¿No creen que se notaría claramente la implementación del ADSL en nuestros hogares? ¿La bajada de precio de las tarifas de datos para teléfonos móviles?

Pie de foto de Enrique González Macho. ¿Verdad que le ven un no sé qué visionario y juvenil al presidente de nuestra Academia?

¿Verdad que le ven un no sé qué visionario y juvenil al presidente de nuestra Academia?

Es cierto que se aprecia un cambio de tendencia en la curva a partir de 2010 pero, ¿es ese el año de la invención de la piratería? ¿Es ese el único factor clave que reduce la rentabilidad de cada película española?

Pues oiga, no. Resulta que existen formas de ocio alternativas al cine que llevan creciendo todos estos años: los vídeojuegos, internet, las redes sociales… Y todas ellas van restando cuota de mercado a la que era la única forma de ocio colectiva (prácticamente, porque si hablamos del teatro en España fuera de Madrid y Barcelona nos echamos a llorar directamente). Y más si tenemos en cuenta que, como se apuntó en el post anterior, muchas de esas películas no se producían precisamente con el público en mente sino más bien con las administraciones y las televisiones como potenciales clientes.

Ojo, no voy a ser yo el que niegue que hay gente descargando películas gratuitamente de la red y enriqueciendo con ello a los agentes equivocados (básicamente operadores de telecomunicaciones y tipos como el de Megaupload) pero, en puridad, habría que preguntarse cuánta de esa gente que se descarga las películas gratuitamente deja de ir al cine por hacerlo.

Sí. Sé que lo que voy a decir suena políticamente incorrecto pero es que resulta que vivimos en un país en el que ir al cine -fuera de Madrid y Barcelona y alguna capital de provincia- es una auténtica aventura, cuando no una tragedia. Hagan la prueba. Tecleen en google «cartelera A Coruña» o «Cartelera Soria» y vuelvan.  ¿V.O? ¿Está de broma? Tendríamos que empezar por preguntarnos si los señores que descargan cine español en Arévalo, Curtis o Santisteban del Puerto provocan algún lucro cesante a nuestros bienamados productores porque, si no es así, es difícil que sean los culpables de la crisis del cine español.

Y esto entronca con el que, a mi entender, es el segundo factor clave: una industria que lleva diciendo que «internet no es lugar para el cine» desde hace años y en el que las pocas iniciativas que se atrevían (como www.filmin.es) lo único que recibían eran tímidas palmaditas en la espalda y, si acaso, alabanzas por ser «pioneros». Y allí, como pioneros, se la bandearon desde el año de la tana mientras el resto de la industria escupía al aire con honrosas excepciones.

Uno de los mejores gargajos lo lanzó nuestro bienamado presidente de la Academia, el año pasado con unas declaraciones en las que decía «Internet no es una alternativa, ni siquiera un complemento«. Con dos cojones. Apple comercializó su primer largometraje en alquiler a través de iTunes en 2006 pero nosotros aquí, a esto de internet, no le veíamos futuro.  Ha tenido que llegar diciembre de 2012 para que FAPAE y el ministerio de cultura lancen una campaña promocionando los portales de cine «legal» en internet.

Paralelamente a esto, y en medio de la gran crisis económica que atravesamos, las cadenas de televisión reducen drásticametne sus ingresos publicitarios y –¿recuerdan?– con ello se reduce drásticamente el 5% que tenían que invertir en cine nacional. Y además viene el Ministro –sí, ya saben cual, ése– y reduce los presupuestos no buscando una administración eficiente de los recortes  sino pegar un patadón en la mesa y asustar mucho a todo el mundo.

Y es que, si hubiese que hacer una «foto finish» del momento actual del cine español, sería precisamente esa: estamos todos acojonados. Acojonados porque sabemos que viene un cambio de modelo pero no tenemos ni idea cual. Acojonados porque muchos dentro de la industria ven su parcelita de poder (económico, cultural, ambos) amenazada y empiezan a montar torretas con cañones para defenderse. Acojonados porque si ha habido una industria que ha vivido del crédito ha sido esta (pregunten a los laboratorios y a los proveedores cual es el tiempo medio con el que pagan los «grandes» en este país). Y, sobre todo, acojonados porque la «élite» empresarial y dirigente que debería guiar ese cambio de modelo tiene tal olfato que han descubierto internet en 2012 (suponemos que twitter lo descubrirán en 2020) y da mucho miedo pensar que se pongan a montar un Lidl donde antes había un cine a las primeras de cambio.